9/4/23

BOTÁNICA EFÍMERA. LAS PLANTAS EN LOS RECORDATORIOS DE BAUTIZO Y PRIMERA COMUNIÓN DE LA BIBLIOTECA DIGITAL HISPÁNICA (BDH)

Plural de ephemeron (del griego clásico epi = sobre, alrededor y hemera = día), la palabra ephemera (Rickards, c. 2000) se aplica a aquello que dura un corto espacio de tiempo. Por ejemplo, a ciertos insectos [1] o a un tipo muy especial de materiales impresos.

El primero en usar el término ephemera en el ámbito de las bibliotecas fue el tipógrafo británico John Lewis (1990). Este definió la palabra como 'una serie de obras impresas sobre papel; documentos que han sido producidos en relación con un acontecimiento determinado o un artículo de interés actual y que no pretenden sobrevivir a la actualidad de su mensaje'.

Incluyendo dentro de esta categoría documental postales, entradas de espectáculos, calendarios y almanaques, tarjetas de visita y comerciales, invitaciones, programas de mano, carnés de baile, etiquetas, envoltorios, felicitaciones, papel de facturas y de cartas comerciales, álbumes, cromos, prospectos, recortables, naipes, billetes de lotería, menús, ... Es decir, 'una extensa y variada gama de representaciones gráficas marcadas por su carácter efímero: todo tipo de imágenes impresas sobre papel elaboradas con un propósito específico' [2].



Anverso (izquierda) y reverso (derecha) de la invitación a la exposición Casiano de Prado (1797-1866) y la Comisión del Mapa Geológico de España. El descubrimiento científico de la Sierra de Guadarrama (Universidad Politécnica de Madrid, 2013). Fuente: Colección Digital Politécnica.


Marcapáginas de la exposición Europa en mapas (Universidad Politécnica de Madrid, 2012). Fuente: Colección Digital Politécnica.


Paradójicamente, y por suerte para aquellos que nos interesamos por ellas, muchas ephemera han resultado no ser efímeras. Ejemplos de ello son aquellos impresos, aparentemente banales, que muchas personas se han dedicado a coleccionar pacientemente, ya que les permitían 'capturar fragmentos de su vida', conservándolos 'con el mismo celo con que se guardan las fotos familiares en un álbum' (Ramos, 2003).

Este es el caso de los populares recordatorios de Bautizo y Comunión, ephemera vinculadas a dos sacramentos católicos socialmente importantes, que muchas veces se encuentran emboscados entre las páginas de devocionarios, libros de oraciones o libros de recomendaciones morales (Ruiz, 2015).

Los primeros recordatorios aparecieron a finales del siglo XIX. Solían ser tarjetitas de cartulina o papel de formato rectangular y orientación vertical, que podían imprimirse por una o por las dos caras y se elaboraban con gran esmero. Es de suponer que para animar a su conservación y, cuando tenían una función devocional (es decir, si mostraban oraciones y/o imágenes sagradas), para resaltar su mensaje religioso. De ahí que algunos de ellos fueran de gran belleza.

En la actualidad, existen bibliotecas que cuentan entre sus fondos con recordatorios de Bautizo y Comunión. Entre otras, la Biblioteca Nacional de España (BNE) que ha integrado las digitalizaciones de parte de los que forman su colección en la Biblioteca Digital Hispánica (BDH). Un recurso de información que proporciona acceso libre y gratuito desde cualquier ordenador conectado a Internet a miles de los documentos de la BNE, facilitando así el estudio de unos impresos que, tal como demuestra el trabajo:

Botánica efímera. Las plantas en los recordatorios de Bautizo y Primera Comunión de la Biblioteca Digital Hispánica (BDH)

Resultan muy interesantes desde el punto de vista etnobotánico [3].


Anverso (izquierda) y reverso (derecha) del recordatorio de Comunión depositado en la BNE con la signatura Eph 9-B(125). En él aparecen azucenas y rosas, dos flores que simbolizan la pureza y la castidad. Por eso son atributos de Cristo y del Niño Jesús, de la Virgen y de santos célibes como San José o San Antonio de Padua (Giorgi, 2005; Impelluso, 2003). Fuente: BDH.



NOTAS

[1] Concretamente, a las efímeras o efémeras. Insectos que cuando son adultos viven apenas un día.

[2] https://cvc.cervantes.es/artes/muvap/sala4b/presentacion.htm

[3] La etnobotánica es la disciplina que recoge y analiza los usos, conocimientos, costumbres, ritos y creencias que tienen origen en las interacciones hombre-plantas.


BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ, B.T. (2022). Botánica efímera. Las plantas en los recordatorios de Bautizo y Primera Comunión de la Biblioteca Digital Hispánica (BDH). Revista de Folklore 489: 15-32.

GIORGI, R. (2005). Santos. Los diccionarios del arte. Electa. Barcelona.

IMPELLUSO, L. (2003). La naturaleza y sus símbolos: plantas, flores y animales. Los diccionarios del arte. Electa. Barcelona.

LEWIS, J. (1990). Printed ephemera: the changing uses of type and letterforms in English and American printing. Antique Collector’s Club. Woodbridge.

RAMOS, R. (2003). Ephemera, la vida sobre papel: colección de la Biblioteca Nacional. Biblioteca Nacional; Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Madrid.

Texto extractado en:

https://cvc.cervantes.es/artes/muvap/sala4b/introduccion.htm

RICKARDS, M. (c. 2000). The enciclopedia of Ephemera: a guide to the fragmentary documents of everyday life for the collector, curator and historian. The British Library. London.

RUIZ, E. (2015). Esos recordatorios de los que todos nos acordamos ... BEZ (Bibliotecas Especializadas de Zamora).


AGRADECIMIENTOS

A Rosario Ramos Pérez, jefa de la Sección de Ephemera de la BNE, pionera en el estudio de este tipo de impresos en el ámbito español y autora de valiosos estudios sobre el tema. Porque allá por el 2016, cuando inicié las investigaciones que dieron lugar a este trabajo, se interesó por ellas y me animó a continuarlas, proporcionándome además información que me ha resultado muy útil. Desde aquí, muchas gracias.

1/3/23

EMILY BRONTË: UN CORAZÓN SOLITARIO EN LOS PÁRAMOS DE YORKSHIRE

De las tres hijas escritoras del reverendo Brontë, Charlotte, Emily y Anne, prefiero con mucho a Emily. Por su obra y también, por lo interesante que me resulta su personalidad.


Emily Brontë (Patrick Branwell Brontë, c. 1833); NPG 1724. Fuente: National Portrait Gallery (Londres).


Miss Brontë solo nos dejó una novela, la famosa Cumbres Borrascosas, relato ambientado en su Yorkshire natal cuyo argumento gira en torno a una pasión destructiva. Publicada en 1847, Cumbres Borrascosas es hoy considerada una de las grandes obras de la literatura británica. Sin embargo, en su día fue incomprendida y tildada de salvaje e inmoral por los críticos. ¡Ay! Si aquellos respetables caballeros hubieran sabido que Ellis Bell, su supuesto autor, era en realidad una solterona huraña que vivía, junto con sus hermanos y su padre, en la rectoría del humilde pueblecito donde este ejercía como párroco.

‘El pensar en él llena toda mi vida. Si el mundo desapareciera y él se salvara, yo seguiría viviendo; pero si desapareciera él y lo demás continuara igual, yo no podría vivir. Mi amor a Linton es como las hojas de los árboles, y bien sé que cambiará con el tiempo; pero mi cariño a Heathcliff es como son las rocas de debajo de la tierra, que permanecen eternamente iguales sin cambiar jamás. Es un afecto del que no puedo prescindir. ¡Ellen, yo soy Heathcliff! Le tengo constantemente en mi pensamiento, aunque no siempre como una cosa agradable. Tampoco yo me agrado siempre a mí misma. No hables más de separarnos, porque es imposible’.


Portada del primer volumen de los tres que integran la primera edición de Cumbres borrascosas. Fuente: Houghton Library (Harvard University).


Encuadrada dentro del género literario conocido como gótico, Cumbres Borrascosas es una novela oscura, en ocasiones morbosa, en la que el elemento sobrenatural juega un importante papel. De ahí lo inquietante de algunos de sus pasajes.

‘Ahora recordaba que descansaba en una caja de madera y que el cierzo y las ramas de un árbol golpeaban la ventana. Tanto me molestaba el ruido, que, en sueños, me levanté y traté de abrir el postigo. No lo conseguí, porque la falleba estaba agarrotada, y entonces rompí el cristal de un puñetazo y saqué el brazo para separar la molesta rama. Mas en lugar de ella sentí el contacto de una manita helada. Me poseyó un intenso terror y quise retirar el brazo; pero la manita me sujetaba y una voz repetía:


-¡Déjame entrar, déjame entrar!.

-¿Quién eres? -pregunté, pugnando para poder soltarme.

-Catherine Linton -contestó, temblorosa. Me había perdido en los pantanos y vuelvo ahora a casa’.

Aunque con frecuencia se olvida, Emily también escribió poesías. Concretamente, unas 169 composiciones que ella misma dividió en dos cuadernos. En uno de ellos recogió los poemas ambientados en Gondal, el mundo que en su niñez imaginó junto a su hermana Anne.

‘La noche era oscura y el invierno soplaba
con suaves suspiros sobre las costas de Gondal,
aunque ese viento gemía quejumbroso,
ya no encadenaba con torrentes nevados’.


Primera página de The Gondal Poems (1844-1848), manuscrito depositado en la British Library con la signatura Add MS 43483. Fuente: British Library.


Y en el otro reunió sus versos más personales, aquellos que, marcados por sus experiencias vitales, contienen constantes referencias a la naturaleza que la rodeaba. Por eso, cuando los leo no puedo evitar imaginarme a su autora declamándolos mientras caminaba, solitaria y libre, por los páramos que tanto amó.


¡Despierta en mis queridos páramos
el viento en su gloria y su orgullo!.
¡Oh, llámame desde valles y tierras altas
a caminar junto al río al lado de la colina!.

Baja crecido con la primera temporada de nieves;

las rocas están heladas y cenicientas
y oscuro cimbrea alrededor el largo brezo
y a las hojas del helecho ya no les da el sol.

Ya no hay estrellas amarillas en la montaña,

las campanillas azules han desaparecido hace
tiempo
del borde de la fuente cenagosa,
del lado de la ladera invernal …

Pero más encantadores que campos de maíz
contoneándose
en esmeralda y escarlata y en oro
son las laderas donde el viento del norte delira
y los valles por los que yo vagaba antaño.

Los versos citados en este texto han sido tomados de la edición de la poesía completa de Emily Brontë publicada por Alba. Un libro cuya lectura recomiendo.




BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ ARIAS, B. (2023). Emily Brontë: un corazón solitario en los páramos de YorkshireNoSoloTécnicaUPM.

15/2/23

UNA DAMITA ENTRE MONSTRUOS: MARY SHELLEY Y EL NACIMIENTO DE FRANKENSTEIN

Diez de abril de 1815. En la isla indonesia de Sumbawa el volcán Tambora entra violentamente en erupción arrojando a la atmósfera tal cantidad de polvo, cenizas y gases venenosos que el sol queda parcialmente nublado. Debido a esto, en el hemisferio norte del planeta se produjo un cambio climático que fue el responsable de que 1816 sea hoy recordado como el año sin verano. Y también, de que Europa y Norteamérica se vieran azotadas por una hambruna que mató a miles de personas.

Fue precisamente en ese momento de oscuridad, clave en la historia del romanticismo, cuando el poeta británico Lord Byron tuvo que dejar definitivamente su país debido a sus últimos escándalos. Pero no lo hizo solo sino junto con su médico, el Dr. Polidori. Un jovencísimo erudito aspirante a escritor.

Tras meses viajando por el continente, Byron llegaría a Suiza a principios del verano de 1816. Una vez allí, alquilaría un palacete a orillas del lago Lemán con idea de pasar una temporada: la hoy legendaria Villa Diodati.


Villa Diodati (Anónimo, 1850). Lord Byron aparece en la esquina inferior derecha de este grabado. Fuente: Amsterdam Museum.


No mucho después de instalarse en su nueva casa, Byron recibiría la visita de Percy Shelley y su joven amante, Mary. Culta e intelectualmente precoz, la hoy conocida como Mary Shelley se fugó a los 17 años con el poeta y ensayista debido al rechazo que suscitaba su relación con este, pues Shelley era un hombre casado y padre de familia.



Mary Shelley (Richard Rothwell, c. 1831-1840); NPG 1235. Fuente: National Portrait Gallery, London.


Por culpa del mal tiempo, Mary y sus compañeros no pudieron disfrutar de las actividades al aire libre durante días. Días en los que el grupo de bohemios permaneció recluido en Villa Diodati, dedicándose a leer y conversar sobre temas filosóficos y científicos. Especialmente, sobre la por entonces de moda teoría del galvanismo y, más concretamente, sobre si era posible devolver la vida mediante la electricidad.

Una noche tormentosa en la que los miembros del Círculo Diodati leían en voz alta Fantasmagoriana (1812), una recopilación de cuentos alemanes de fantasmas, Byron propuso un reto a sus camaradas: que cada uno de ellos escribiera una historia de terror. Cosa que estos, predispuestos como estaban por lo lúgubre de la velada, aceptaron.

Olvidados por sus musas, ni Shelley ni Byron lograron acabar relato alguno. No así Mary y Polidori quienes, animados por el poeta, comenzarían respectivamente Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) y El vampiro(1819). Dos obras consideradas de culto por los amantes de la literatura de terror.



Portada e ilustración de la edición de Frankenstein publicada en 1831 por la editorial londinense Colburn & Bentley. Fuente: HathiTrust.


Parece ser que Miss Shelley concibió su monstruo inspirada por las discusiones que mantuvo con Byron y su esposo sobre:

‘ . . . la naturaleza del principio vital, y la posibilidad de que se llegase a descubrir tal principio y conferirlo a la materia inerte’.

Pero también y, sobre todo, a un inquietante sueño que tuvo una noche y que describió así:

’Vi –con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental-, vi al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al ser que había ensamblado. Vi al horrendo fantasma de un hombre tendido, y luego, por obra de algún ingenio poderoso, le vi manifestar signos de vida, y agitarse con movimiento torpe y semivital’.

En la actualidad existen tantas ediciones de Frankenstein que resulta difícil escoger una. Yo recomendaría la publicada en 2015 por Nórdica. Por sus preciosas ilustraciones y, sobre todo, por incluir la interesante introducción escrita por Mary Shelley para la edición de su relato publicada por Standard Novels. De ella he tomado las palabras de la autora citadas en la presente reseña.




BIBLIOGRAFÍA

10/11/22

LA 'GASA DE LOS DIOSES': UN PAPEL DIVINO

Aunque a lo largo de la historia se han utilizado muchos soportes de escritura, en la actualidad hay uno que se ha impuesto a los demás: el papel. Un producto de origen chino en cuya fabricación se han usado como materias primas desde trapos hasta plantas, siendo esto último lo que sucede en el caso del papel de médula.

Mal llamado papel de arroz por los occidentales, el papel de médula no procede de este cereal sino de Tetrapanax papyrifer (Hook.) K.Koch., un arbusto perenne originario del sur de China y norte de Taiwán que vive en zonas cálidas, húmedas y de escasa altitud. Perteneciente a la familia botánica de las araliáceas, esta planta es conocida comúnmente como tung-tsao (literalmente, 'planta hueca'), tongcao, toong-tsao, tongtuomu o bok-shung.

 


Litografía que muestra el tongcao (Hooker, 1852).


Parece ser que la primera mención al papel de médula data de la Dinastía Tsin (265-420 d.C). Sin embargo, se cree que su producción en masa no empezó hasta aproximadamente mil cien años después. En cualquier caso, eran los aborígenes los que se encargaban de recoger el tongcao cuando todavía era joven. Esta operación podía llevarse a cabo en cualquier época del año y suponía una importante fuente de ingresos para los recolectores, que vendían sus cosechas a los fabricantes de papel.

Una vez en las fábricas, los tallos y ramas más gruesos se limpiaban de las hojas y ramas de menor tamaño, cortándose después en pequeños fragmentos que se ponían a remojo en agua. Así se facilitaba la extracción de la médula. Es decir, de la masa esponjosa y blancuzca que forma un cilindro en la parte central del tongcao y que, una vez sacada, se secaba al sol para evitar que amarilleara.

 


Muestras de médula (Crespo, 2019).


El siguiente paso en la elaboración del papel de médula era el corte. Este se realizaba colocando el cilindro sobre una superficie dura y haciéndolo girar a mano y a lo largo contra la hoja fina y bien afilada de un cuchillo especial. De esta forma se obtenía una lámina delgada y continua de un material que, antes de ser utilizado, se prensaba y recortaba (para darle el tamaño deseado) y que no puede llamarse papel en sentido estricto. Lo cual se debe a que, como hemos explicado, no procedía de pastas de fibras vegetales maceradas.

 


Ilustración que representa a un hombre cortando médula (Hooker, 1852).

El papel de médula se ha usado para hacer flores ornamentales y apósitos, para rellenar almohadones o, colocado en el fondo de los ataúdes, para absorber los fluidos producidos durante el proceso de descomposición. Pero también, como soporte para cierto tipo de pinturas que, debido a su interés documental, merecen ser tratadas aparte.

A principios del s. XIX Cantón era el único puerto chino abierto a los viajeros y comerciantes europeos y estadounidenses. Estos, cada vez más numerosos, empezaron a demandar pequeños souvenirs fácilmente transportables y baratos que, a modo de postales o fotografías, les permitieran mostrar en sus casas lo que se habían encontrado. Fue así como se pusieron de moda las pinturas sobre médula. Encantadores cuadritos elaborados ex profeso para la exportación, que tenían por soporte un producto local muy abundante.

Las pinturas sobre médula podían ejecutarse con acuarelas o gouaches (témperas)[1], aunque empleando siempre la misma técnica. Esta consistía en aplicar los pigmentos con pinceles, combinando pinceladas ligeras con otras más densas, hasta conseguir los efectos de transparencia, opacidad y relieve que caracterizan estas representaciones. Efectos a los que no eran ajenas las características de su soporte, pues la superficie de este material es marfileña, translúcida y aterciopelada. Por otro lado, como estos cuadros se hacían en serie (de ahí el parecido que se observa entre algunos de ellos), solía recurrirse a plantillas o a la xilografía para trazar los contornos de las figuras que luego se coloreaban.

 

Detalles de pinturas al gouache en las que se aprecia el uso del blanco de plomo (Crespo, 2019).


Las pinturas para exportación procedían de talleres o estudios donde cada artesano se especializaba en una de las fases de su proceso de producción[2]. Algunos de estos talleres fueron dirigidos por reputados artistas. Tales son los casos de Tingqua (1809-1870), famoso por sus retratos y naturalezas muertas, y Sunqua, conocido por sus barcos y escenas portuarias y contemporáneo del anterior (ambos desarrollaron su actividad entre 1830 y 1870). En cuanto a Youqua, este fue muy apreciado por sus paisajes, bodegones y vistas de puertos, tuvo estudios en Cantón y Hong Kong y se mantuvo activo entre 1840 y 1870.

 


El estudio de Tingqua. Artista y año desconocidos (Yaron, 2020).



Fábricas en Cantón. Youqua, año desconocido. Fuente: The Fitzwilliam Museum.


Las pinturas sobre médula se vendían montadas en álbumes encuadernados en seda. En ellos, las láminas se pegaban a las páginas por las esquinas para después ser ribeteadas con una cinta de papel o seda de color. Normalmente, cada uno de estos libros estaba dedicado a un solo tema. Por ejemplo, a escenas de la vida cotidiana (actividades comerciales; escenas portuarias, ceremoniales y cortesanas; festividades; representaciones teatrales; torturas) o de tipo naturalístico (con aves, insectos o flores).

El mercado de las pinturas para exportación tuvo su auge entre 1820-1860, siendo las postales y fotografías las responsables de su declive. Aun así, estas representaciones no desaparecerían hasta la proclamación de la República Popular China (1949), época en la que todavía se producían en Pekín, Shanghái y Hong Kong.

En la actualidad hay un creciente interés por las pinturas sobre médula. Tanto en Europa, Estados Unidos y Australia, lugares donde se encuentran las mayores colecciones de ellas, como en China. País del que son originarias pero que, paradójicamente, las ha despreciado durante mucho tiempo al no considerarlas auténticas manifestaciones de su tradición artística. De ahí que sus museos y bibliotecas hayan tardado en enfrentarse a los retos que supone la conservación de este tipo de obras. Por un lado, porque con el paso de los años se decoloran. Y por el otro, porque pese a su hidrofilia tienden a la deshidratación y pérdida de flexibilidad, con lo que son muy frágiles.

 


Caring for the Library’s Chinese pith paintings.


Aunque, como ya hemos indicado, las pinturas sobre médula dejaron de producirse a finales de los años cuarenta, su soporte siguió fabricándose en grandes cantidades hasta los sesenta. Fue entonces cuando, al ser gradualmente reemplazado por el plástico y el papel de pulpa de madera, estuvo a punto de desaparecer. Lo cual hubiera sucedido de no haber sido por las recientes iniciativas, tanto populares como académicas, cuyo objetivo es recuperar el arte de la fabricación de un material que por su belleza ha sido conocido como Poo-le-cho ('gasa de los dioses').


NOTAS

[1] Los gouaches se diferencian de las acuarelas, que también son pinturas al agua, en que en su composición se incluyen aguagoma, pura o mezclada con melaza o miel, y pigmentos blancos. De ahí que sus colores sean más vivos.

[2] Este tipo de representaciones rara vez se firmaban. Como mucho se marcaban con el sello del taller donde se produjeron.


BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ, B. T. (2022). La 'gasa de los dioses', un papel divino. Ecos de Asia.

CRESPO, L. (2019). Conservación de pinturas chinas ‘a la aguada’ o ‘gouache’ del Departamento de Bellas Artes y Cartografía. Origen de las pinturas chinas ‘a la aguada’ para exportación. El blog de la BNE.

DECESARE, L. (2011). The pith paper collections of Harvard University Botany Libraries. The Botanical Artist 2(17): 13.

HOOKER, W. J. (1850). Chinese rice paper. Hooker's journal of botany and Kew Garden miscellany 2: 250-253.

HOOKER, W. J. (1852). On the Chinese rice paperHooker’s journal of botany and Kew Garden miscellany 4: 50-54.

NATIONAL LIBRARY of AUSTRALIA (2017). The Chinese pith painting collection at the National Library of Australia: an annotated guide. National Library of Australia. Canberra.

NESBITT, M., R. PROSSER & I. WILLIAMS (2010). Rice paper -‘Tetrapanax papyrifer’: the Gauze of the Gods and its products. Curtis’s Botanical Magazine 1(27): 71-92.

YARON, E (2020). The many versions of the painting of Tingqua’s studio: painting copying and originality in nineteenth-century CantonHumanities and Social Sciences Communications 7.

YI-CHUN, C. & S. HSIAO (2018). Pith paper studio opens in Hsinchu. Taipei Times: 4.

9/11/22

EL PAPEL 'WASHI': UN DERIVADO VEGETAL PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD

Muy bello, el washi es el papel tradicional japonés. Para fabricarlo, cosa que se hace manualmente, se suelen utilizar como materias primas una serie de plantas nativas de Oriente. Principalmente, el kōzo o morera papelera [nombre científico: Broussonetia papyrifera (L.) Vent; originario del Japón y muy cultivado, este árbol da fibras largas, de entre 5 y 20 mm, y fáciles de manipular], la mitsumata (Edgeworthia chrysantha Lindl.), que fue introducida en el país nipón desde China, y el ganpi (Wikstroemia sikokiana Franch. & Sav.). Estas plantas proporcionan respectivamente el choshi, el mitsumatagami y el ganpishi, el cual siempre ha sido elaborado en pequeñas cantidades debido a que procede de un vegetal silvestre.


Kôzo. Fuente: Sims (1823).


Mitsumata. Fuente: Hooker (1891).


Ganpi.  Autor: Hamachidori. Fuente: Wikimedia Commons.


Aunque todos los tipos de washi tienen en común su color natural (de blanco a marfileño) y el ser finos pero duraderos[1] y muy resistentes a los ataques físicoquímicos, cada uno de ellos posee sus propias características. Así, mientras que el choshi (el papel artesanal japonés por excelencia) llama la atención por su especial resistencia, el mitsumatagami se conoce por su suavidad y flexibilidad. En cuanto al ganpishi, este washi, que destaca por su gran calidad, es translúcido, satinado y muy resistente a los insectos.



Muestras de choshi (izquierda), mitsumatagami (centro) y ganpishi (derecha). Desgraciadamente, las digitalizaciones (de la autora) no hacen honor a la belleza de los papeles.


A la hora de elaborar las distintas variedades de washi, labor dura donde las haya, se sigue un proceso que es básicamente el mismo en todo Japón. Para empezar se recolectan, tras escogerlas con cuidado, ramas de las correspondientes plantas madre. Después estas ramas se descortezarán y a continuación se hervirán. La masa de fibras blancuzcas resultante de la operación anterior se lavará minuciosamente y se mezclará con agua fría y neri, sustancia aglutinante procedente de la raíz de una planta conocida como tororo-aoi [Abelmoschus manihot (L.) Medik.]. Así se obtendrá una pasta de textura ligera y homogénea que se filtrará mediante el sukisu. Un panel-escurridor hecho con varitas de bambú que se encaja en un bastidor de madera llamado sukigeta, cuyo tamaño limitará las dimensiones de las hojas de washi. El sukigeta se moverá de tal forma que las fibras vegetales que atrape el sukisu (cuanto más largas sean estas fibras y mejor enredadas queden en el sukisu más fuerte será el papel) se distribuyan homogéneamente por toda la superficie del mismo. Gracias a la operación de captura-movimiento (nagashi-suki) que acabamos de describir se obtendrán las hojas de washi que, cuando alcancen el grosor deseado, se retirarán del sukisu para ser prensadas y secadas junto con otras.




Fase final del proceso de elaboración del washi. Autor: Nakagita Yoshiaki. Fuente: Wikimedia Commons.


Al parecer, Japón empezó a fabricar papel a principios del s. VII, siguiendo para ello un método importado de China. Con el tiempo (hacia los ss. VIII-IX) este procedimiento sería reemplazado por el ya mencionado nagashi-suki. Un método de elaboración de papel genuinamente japonés.
 
Al principio el washi se utilizó como soporte de escritura. Ahora bien, con el tiempo este papel empezó a ser usado además en bellas artes, para pintar y grabar (concretamente, las famosas xilografías ukiyo-e), y para hacer origami (papiroflexia). Y también, en interiorismo (con él se fabrican puertas correderas, tabiques, biombos, lámparas, ...) y para la elaboración de multitud de artículos de uso cotidiano, como vasijas, billetes, cordones ornamentales, juguetes, abanicos y paipáis, sombrillas y paraguas, ropa, etc. Como resultado de esto, el washi acabó por convertirse en un elemento imprescindible para la vida diaria de los japoneses y los talleres dedicados a su producción, que en un principio se concentraron en el centro de Japón, se extendieron por todo el país. Especialmente durante los ss. XV y XVI, cuando los gobernantes nipones incentivaron su creación debido a los beneficios económicos que la fabricación del washi generaba.
 


El genuino papel de origami es el chiyogami. Un tipo de choshi que se estampa a mano mediante serigrafía (estarcido a través de una tela, en principio de seda) con motivos que muchas veces imitan los de los kimonos. Por eso resulta tan llamativo que, en ocasiones, se utiliza como papel de regalo. A la izquierda, cuatro muestras de chiyogami. A la derecha, bonito elefante elaborado con uno de ellos por Raquel Álvarez Arias, especialista en papiroflexia. Digitalizaciones y fotografía de la autora.


En la actualidad, el washi ha encontrado nuevas aplicaciones. Ejemplos de ello son las cintas adhesivas decoradas. Un material, últimamente muy de moda, que se usa para hacer manualidades y artículos de papelería. Fotografías de la autora.


El período Edo (1603-1868) puede ser considerado la edad de oro del papel artesanal japonés. No así el Meiji (1868-1912), pues al comenzar esta etapa de la historia de Japón el washi[2] empezó a ser sustituido por el youshi, el papel occidental. Un material que, aunque de peor calidad que el washi[3], era más barato y encajaba mejor que este con el nuevo estilo de vida adoptado por los nipones.
 
Afortunadamente, y gracias a personas como Yanagi Sōetsu, teórico del Mingei[4], el papel tradicional japonés no desapareció sino que llegó a ser tan apreciado por su belleza que en 1969 fue declarado bien de interés cultural por el gobierno nipón, siéndole concedidos apoyo y protección oficial. Algo que probablemente influyó en que la UNESCO (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization; Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) empezara a interesarse tanto por el washi en sí mismo como por el conjunto de prácticas, costumbres y técnicas implicadas en su fabricación. Lo cual tuvo como consecuencia que en 2014 la organización incluyera tres tipos de choshi[5] en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo así la importancia de un arte tradicional ligado a la botánica.
 
 
NOTAS
 
[1] Tanto es así que en el Shōsō-in (Casa del Tesoro) perteneciente al complejo del templo budista de Tōdai-ji (Nara, Japón) todavía se conservan registros familiares que fueron escritos sobre washi a principios del siglo VIII.

[2] La palabra washi, que significa literalmente papel japonés, comenzó a usarse a principios del período Meiji para diferenciar este material del youshi.

[3] La fabricación del papel occidental, que tiene como base la pulpa de madera, es un proceso de alto rendimiento que implica la utilización de máquinas y productos químicos agresivos. Solo así es posible conseguir un buen aprovechamiento de la materia prima del papel, pero a cambio esta resulta dañada. Con lo cual el producto final es poco resistente. Por eso se deshace rápidamente cuanto entra en contacto con el agua, se rasga y quema con gran facilidad y con el tiempo se vuelve amarillento y quebradizo.

[4] El Mingei fue un movimiento artístico japonés que, desarrollado durante los años 20 y 30 del s. XX, surgió como respuesta a la industrialización de la sociedad nipona. Yanagi apreciaba especialmente el ganpishi elaborado por Abe Eishiro, famoso maestro papelero.

[5] Estos papeles son el honminoshi (el mejor choshi), de la ciudad de Mino (prefectura de Gifu); el sekishūbanshi, del barrio de Misumi-cho (ciudad de Hamada, prefectura de Shimane) y el hosokawashi, de los municipios de Higashi-chichibu y Ogawa (prefectura de Saitama). Todos ellos tienen en común que se van blanqueando gradualmente cuando se exponen a la luz solar.
 

BIBLIOGRAFÍA
 
 
HOOKER, J.D. (1891). 'Edgeworthia' GardneriCurtis’s Botanical Magazine  117: 7180.

 
SIMS, J. (1823). 'Broussonetia papyrifera'. Paper-mulberry treeCurtis’s Botanical Magazine 50: 2358.

El 'washi', arte tradicional de fabricación manual de papel japonés. Patrimonio Cultural de la Humanidad, UNESCO.