Reciben el poético nombre de ukiyo-e (imágenes del mundo flotante, ilusorio, efímero o fugaz) las pinturas y, sobre todo, las xilografías (impresiones realizadas mediante la técnica del grabado en madera) que producidas en Japón entre los siglos XVII y XX representan escenas de muy diversa temática. Así, junto a las que muestran los entretenimientos que ofrecían las grandes urbes niponas (combates de sumo, representaciones de teatro kabuki, visitas a las eufemísticamente llamadas casas de placer) nos han llegado otras de contenido sexual (abuna-e y shunga). Y también otras de tipo literario, mitológico, histórico, paisajístico y naturalístico.
Durante siglos la naturaleza ha sido una importante fuente de inspiración para los artistas japoneses, en general, y para los especialistas en el ukiyo-e, en particular. Estos últimos cultivaron desde principios del s. XVII y por influencia china el género del kachō-e. Denominación esta que se presta a engaño pues significa literalmente pinturas de flores y pájaros y, a poco observadores que seamos, en seguida nos damos cuenta de que los kachō-e no solo muestran imágenes de órganos reproductores vegetales y de aves (los cuales, por cierto, no siempre aparecen juntos). De hecho, dentro de este género se incluyen también las representaciones de árboles y hierbas en flor (kaboku y caqui, respectivamente), de follaje (soka), de plantas e insectos (shochu) y de algas marinas y peces (sögyo). En cualquier caso los kachō-e:
' ... no son solo representaciones ... sino que tienen una dimensión espiritual. Los artistas intentan mostrar [en ellos] el alma de las cosas y trasmitir de modo sutil y delicado la fugacidad de las estaciones, los cambios de la naturaleza y su eterno ciclo' (Bujalance, 2013).
A lo largo de la historia del ukiyo-e muchos artistas crearon obras maestras del kachō-e. Ahora bien, hubo que esperar hasta la era Meiji (1868-1912) para que las innovaciones xilográficas y el creciente interés de Japón por la ciencia occidental posibilitaran la producción de grandes tiradas de bellas y realistas imágenes de temática naturalística. Imágenes que a veces eran recogidas en los llamados ehon o libros de ilustraciones, ejemplos de los cuales son los tres volúmenes (al parecer, en principio iban a ser cuatro) integrantes de la serie titulada:
Keika Hyakugiku.
Es decir:
Cien crisantemos.
Cuyo autor fue Hasegawa Keika.
De la obra del maestro Hasegawa existen dos ediciones, las cuales son muy similares. La primera de ellas fue impresa por encargo de Yamada Naosaburo y Tanaka Jihei, dos editores de Kioto, y data de 1893. La segunda se publicó en 1904. En cualquier caso ambas recogen las mismas imágenes y los mismos textos en japonés, habiendo sido confeccionadas con hojas de papel washi[1] de color crema y unos 35 cm de alto x 23 cm de ancho. Y también ambas presentan tapa blanda y encuadernación cosida con torzal. Un tipo de hilo más grueso de lo normal que en este caso es de seda de un tono purpúreo.
Independientemente de su formato (predominan las que ocupan una sola página), todas las ilustraciones del Keika Hyakugyku llaman la atención por su delicado colorido y la elegancia con la que reflejan la belleza de algunas de las numerosas variedades de crisantemos cultivadas en el Japón de finales del s. XIX y principios del XX. Variedades que aparecen representadas junto a sus correspondientes nombres escritos en caracteres kanji[2].
Los crisantemos (Chrysantemum spp. desde el punto de vista botánico) no serían introducidos en el País del Sol Naciente hasta el siglo VIII d.C. Una fecha más bien tardía si se tiene en cuenta que en China, la nación que las exportó, estas plantas ornamentales ya eran cultivadas ¡en el s. XV a.C.!.
Tras su llegada a Japón los crisantemos recibieron el bonito nombre de kiku y muy pronto cautivaron con su encanto a los refinados nipones. De hecho, hasta tal punto esto fue así que el mismísimo Emperador adoptaría una de estas flores como símbolo de su casa y de su trono.
Hoy en día el crisantemo sigue siendo tan apreciado por los japoneses que todos los años celebran en su honor el Festival de la Felicidad. Un hermoso homenaje para una flor que fue inmortalizada magistralmente por uno de los grandes del kachō-e.
NOTAS
[1] El washi es un tipo de papel muy fino que se fabrica en Japón a mano a partir de fibras vegetales.
[2] La palabra 'kanji' significa carácter chino: los antiguos japoneses no tenían un idioma escrito, así que adaptaron a su lenguaje oral los caracteres chinos que llegaban a través de emisarios, comerciantes, monjes coreanos, ... El japonés moderno usa tres formas de escrituras simultáneas: los 'kanji', con significado para las raíces de palabras; un silabario redondeado llamado 'hiragana', femenino en su origen y usado para terminaciones gramaticales; y otro silabario anguloso, el 'katakana', usado básicamente para extranjerismos y onomatopeyas (Lapidario, 2014).
BIBLIOGRAFÍA
ÁLVAREZ, B.T (2018). Las flores del mundo flotante. C2 Ciencia y Cultura.
ANDIA, P. (2014). Xilografía japonesa: 'ukiyo-e' I. Historia de la xilografía japonesa. Ecos de Asia.
BOYD, J. (1994). Ukiyo-e.
BUJALANCE, E. (2013). Colección Bujalance : grabados japoneses.
HARRIS, F. (2010). ‘Ukiyo-e' : the art of the Japanese print. Tuttle Publishing. Tokyo, Rutland, Vermont.
LAPIDARIO, J. (2014). ‘Kanji’: la belleza de la escritura. Jot Down Cultural Magazine.
LOC (LIBRARY of CONGRESS) (2001). The floating world of 'ukiyo-e': shadows, dreams, and substance.
MOA (MUSEUM of ANTROPOLOGY) (2017). 'Keika Hyakugiku', Vol. 1.
ILUSTRACIONES
Las imágenes que ilustran este entrada pertenecen al ejemplar del Keika Hyakugiku, Vol. 3 depositado en la Biblioteca de la ETSI Caminos, Canales y Puertos de la UPM (Universidad Politécnica de Madrid). Fuente: Colección Digital Politécnica.
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