Muy bello, el washi es el papel tradicional japonés. Para fabricarlo, cosa que se hace manualmente, se suelen utilizar como materias primas una serie de plantas nativas de Oriente. Principalmente, el kōzo o morera papelera [nombre científico: Broussonetia papyrifera (L.) Vent; originario del Japón y muy cultivado, este árbol da fibras largas, de entre 5 y 20 mm, y fáciles de manipular], la mitsumata (Edgeworthia chrysantha Lindl.), que fue introducida en el país nipón desde China, y el ganpi (Wikstroemia sikokiana Franch. & Sav.). Estas plantas proporcionan respectivamente el choshi, el mitsumatagami y el ganpishi, el cual siempre ha sido elaborado en pequeñas cantidades debido a que procede de un vegetal silvestre.
Kôzo. Fuente: Sims (1823).
Mitsumata. Fuente: Hooker (1891).
Ganpi. Autor: Hamachidori. Fuente: Wikimedia Commons.
Aunque todos los tipos de washi tienen en común su color natural (de blanco a marfileño) y el ser finos pero duraderos[1] y muy resistentes a los ataques físicoquímicos, cada uno de ellos posee sus propias características. Así, mientras que el choshi (el papel artesanal japonés por excelencia) llama la atención por su especial resistencia, el mitsumatagami se conoce por su suavidad y flexibilidad. En cuanto al ganpishi, este washi, que destaca por su gran calidad, es translúcido, satinado y muy resistente a los insectos.
Muestras de choshi (izquierda), mitsumatagami (centro) y ganpishi (derecha). Desgraciadamente, las digitalizaciones (de la autora) no hacen honor a la belleza de los papeles.
A la hora de elaborar las distintas variedades de washi, labor dura donde las haya, se sigue un proceso que es básicamente el mismo en todo Japón. Para empezar se recolectan, tras escogerlas con cuidado, ramas de las correspondientes plantas madre. Después estas ramas se descortezarán y a continuación se hervirán. La masa de fibras blancuzcas resultante de la operación anterior se lavará minuciosamente y se mezclará con agua fría y neri, sustancia aglutinante procedente de la raíz de una planta conocida como tororo-aoi [Abelmoschus manihot (L.) Medik.]. Así se obtendrá una pasta de textura ligera y homogénea que se filtrará mediante el sukisu. Un panel-escurridor hecho con varitas de bambú que se encaja en un bastidor de madera llamado sukigeta, cuyo tamaño limitará las dimensiones de las hojas de washi. El sukigeta se moverá de tal forma que las fibras vegetales que atrape el sukisu (cuanto más largas sean estas fibras y mejor enredadas queden en el sukisu más fuerte será el papel) se distribuyan homogéneamente por toda la superficie del mismo. Gracias a la operación de captura-movimiento (nagashi-suki) que acabamos de describir se obtendrán las hojas de washi que, cuando alcancen el grosor deseado, se retirarán del sukisu para ser prensadas y secadas junto con otras.
Fase final del proceso de elaboración del washi. Autor: Nakagita Yoshiaki. Fuente: Wikimedia Commons.
Al parecer, Japón empezó a fabricar papel a principios del s. VII, siguiendo para ello un método importado de China. Con el tiempo (hacia los ss. VIII-IX) este procedimiento sería reemplazado por el ya mencionado nagashi-suki. Un método de elaboración de papel genuinamente japonés.
Al principio el washi se utilizó como soporte de escritura. Ahora bien, con el tiempo este papel empezó a ser usado además en bellas artes, para pintar y grabar (concretamente, las famosas xilografías ukiyo-e), y para hacer origami (papiroflexia). Y también, en interiorismo (con él se fabrican puertas correderas, tabiques, biombos, lámparas, ...) y para la elaboración de multitud de artículos de uso cotidiano, como vasijas, billetes, cordones ornamentales, juguetes, abanicos y paipáis, sombrillas y paraguas, ropa, etc. Como resultado de esto, el washi acabó por convertirse en un elemento imprescindible para la vida diaria de los japoneses y los talleres dedicados a su producción, que en un principio se concentraron en el centro de Japón, se extendieron por todo el país. Especialmente durante los ss. XV y XVI, cuando los gobernantes nipones incentivaron su creación debido a los beneficios económicos que la fabricación del washi generaba.
El genuino papel de origami es el chiyogami. Un tipo de choshi que se estampa a mano mediante serigrafía (estarcido a través de una tela, en principio de seda) con motivos que muchas veces imitan los de los kimonos. Por eso resulta tan llamativo que, en ocasiones, se utiliza como papel de regalo. A la izquierda, cuatro muestras de chiyogami. A la derecha, bonito elefante elaborado con uno de ellos por Raquel Álvarez Arias, especialista en papiroflexia. Digitalizaciones y fotografía de la autora.
En la actualidad, el washi ha encontrado nuevas aplicaciones. Ejemplos de ello son las cintas adhesivas decoradas. Un material, últimamente muy de moda, que se usa para hacer manualidades y artículos de papelería. Fotografías de la autora.
El período Edo (1603-1868) puede ser considerado la edad de oro del papel artesanal japonés. No así el Meiji (1868-1912), pues al comenzar esta etapa de la historia de Japón el washi[2] empezó a ser sustituido por el youshi, el papel occidental. Un material que, aunque de peor calidad que el washi[3], era más barato y encajaba mejor que este con el nuevo estilo de vida adoptado por los nipones.
Afortunadamente, y gracias a personas como Yanagi Sōetsu, teórico del Mingei[4], el papel tradicional japonés no desapareció sino que llegó a ser tan apreciado por su belleza que en 1969 fue declarado bien de interés cultural por el gobierno nipón, siéndole concedidos apoyo y protección oficial. Algo que probablemente influyó en que la UNESCO (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization; Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) empezara a interesarse tanto por el washi en sí mismo como por el conjunto de prácticas, costumbres y técnicas implicadas en su fabricación. Lo cual tuvo como consecuencia que en 2014 la organización incluyera tres tipos de choshi[5] en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo así la importancia de un arte tradicional ligado a la botánica.
NOTAS
[1] Tanto es así que en el Shōsō-in (Casa del Tesoro) perteneciente al complejo del templo budista de Tōdai-ji (Nara, Japón) todavía se conservan registros familiares que fueron escritos sobre washi a principios del siglo VIII.
[2] La palabra washi, que significa literalmente papel japonés, comenzó a usarse a principios del período Meiji para diferenciar este material del youshi.
[3] La fabricación del papel occidental, que tiene como base la pulpa de madera, es un proceso de alto rendimiento que implica la utilización de máquinas y productos químicos agresivos. Solo así es posible conseguir un buen aprovechamiento de la materia prima del papel, pero a cambio esta resulta dañada. Con lo cual el producto final es poco resistente. Por eso se deshace rápidamente cuanto entra en contacto con el agua, se rasga y quema con gran facilidad y con el tiempo se vuelve amarillento y quebradizo.
[4] El Mingei fue un movimiento artístico japonés que, desarrollado durante los años 20 y 30 del s. XX, surgió como respuesta a la industrialización de la sociedad nipona. Yanagi apreciaba especialmente el ganpishi elaborado por Abe Eishiro, famoso maestro papelero.
[5] Estos papeles son el honminoshi (el mejor choshi), de la ciudad de Mino (prefectura de Gifu); el sekishūbanshi, del barrio de Misumi-cho (ciudad de Hamada, prefectura de Shimane) y el hosokawashi, de los municipios de Higashi-chichibu y Ogawa (prefectura de Saitama). Todos ellos tienen en común que se van blanqueando gradualmente cuando se exponen a la luz solar.
BIBLIOGRAFÍA